El Flautista de Hamelin

Articulo de Cuentos Clásicos para Niños sobre El Flautista de Hamelin

El Flautista de Hamelin

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En cambio, el regidor vivía tan apacible, sin preocuparse de nada, no recibía visitas de tales roedores, puesto que su casa se hallaba en lo alto de la montaña donde no se aproximaban. Hasta el momento en que un día le dejaron sin su merienda, las ratas se habían comido todo el queso que tenía para el invierno. El regidor se enojó tanto que prometió retribuir con un enorme saco de dinero a quien lograra deshacerse de la plaga de ratas.
Y al momento, como por arte de birlibirloque, apareció un joven flautista, que aseguró que se llevaría a todas y cada una de las ratas lejos del pueblo. El regidor y todos y cada uno de los habitantes de Hamelin, agobiados, le acogieron con aplausos y admitieron su propuesta sin titubear ni un momento.
Entonces el joven saco su flauta y comenzó a entonar una bonita armonía y al rato, empezaron a asomarse las ratas tras las puertas, saltando por las ventanas, bajo las piedras, de los bolsillos de la gente, aun hasta apareció una bajo el sombrero del regidor, y desde cualquier rincón imaginable. El flautista, danzando, sin dejar de tocar se dirigía hacía el embarcadero, y todas y cada una de las ratas tras de él. Una vez allá, el flautista se paró y los roedores fueron cayendo uno tras otros al agua. Y de esta forma fue como este joven se deshizo de la plaga.
Regreso a la plaza donde todo el pueblo estaba festejándolo con una enorme comilona por lo alto, el flautista le solicitó al regidor el saco de monedas que le había prometido por la proeza, mas este se negó a dárselo, le afirmó que se lo había gastado en la celebración y que incluso de este modo, que por tal absurdo trabajo como era tocar un simple flauta lo único que se merecía era un plato de comida.
El joven enojado se dispuso a tocar su flauta, esta vez sonó una dulce canción, los pequeños levantaron las cabezas y se aproximaron al flautista que empezaba a distanciarse del pueblo, todos y cada uno de los pequeños danzando tras él, ni sus progenitores ni el regidor pudieron impedir su marcha.

Y de este modo dejo el pueblo, triste y prácticamente vacío. Los habitantes de Hamelin apenaron, ya no sonreían y el regidor no paraba de lloran, se sentía tan culpable, se arrepentía de lo avaricioso y canalla que fue con el joven.
Entonces el flautista, viendo que había aprendido la lección decidió regresar con todos y cada uno de los pequeños. En agradecimiento, el regidor y todos y cada uno de los vecinos de Hamelin levantaron una escultura en la plaza en su honor.