Simbad en la tierra de Ceilán

Articulo de Cuentos de Aventura para Niños sobre Simbad en la tierra de Ceilán

Simbad en la tierra de Ceilán

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En nuestra historia precedente sobre Simbad, vimos como el valiente marinero zozobraba nuevamente y se encaraba al Viejo del Mar, una espantosa criatura que lo tuvo esclavizado por días. Aquella mañana, el carguero (que se llamaba igual que , por si acaso lo habías olvidado), volvió a presentarse en su vivienda de buen ánimo. Simbad lo recibió con los brazos abiertos y de nuevo se sentaron a la mesa a comer juntos.
—Supongo que vas a estar deseoso por percibir la historia de mi sexto viaje en el mar, el penúltimo de los que hice —le afirmó él—, fue efectivamente una aventura tan peligrosa como las otras y empieza precisamente igual. Me aburrí de mi vida de mercader y me embarqué nuevamente, con una tripulación llena de hombres con ganas de conocer el planeta.
Deseó el destino que nuestro navío se hundiese nuevamente y que fuera el único superviviente. Quedé flotando a la deriva, hasta el momento en que la corriente me arrastró a un riachuelo. Ahí edifiqué una balsa con los restos de mi barco y me dejé llevar por el río, hasta unas enigmáticas cavernas.
Eran tan oscuras que no tardé en quedarme dormido, pensando que la muerte me llegaría en cualquier instante. Más no fue de esta manera. Al despertar, vi que había llegado hasta una urbe tan espléndida como ninguna otra, con altas torres de oro y bóvedas que relucían con el sol. Era Ceilán, la tierra de los tesoros. Acá, los ríos estaban llenos de diamantes y los vales se hallaban a rebosar de perlas.
Todos y cada uno de los habitantes vivían llenos de riqueza y armonía, rodeados de maravillas. Cuando el rey tuvo noticias de que había un extranjero, me mandó llevar a palacio, donde velozmente nos transformamos en grandes amigos. Yo le contaba cosas sobre la vida en la ciudad de Bagdad y se quedaba fascinado con lo que escuchaba. Tanto de esta manera, que me solicitó llevar un regalo de vuelta en su nombre y me dio esto…
En ese instante, Simbad sacó de un cofre de plata una copa escarlata que relumbraba como una piedra bella. El carguero se quedó sorprendido.
—Es una copa tallada desde un solo rubí. El más valioso de los tesoros que me concedió el rey de Ceilán. Asimismo me dio una cama hecha de la piel de una víbora que tragó al elefante, y también infinidad de oro y gemas bellas para repartir entre los míos.
—Es muy agraciado por haber tenido ocasión de conocer tantos lugares bellos y amontonar tantas riquezas —le afirmó el carguero.
—Yo asimismo lo pienso de esta manera.
—¿Qué sucedió cuando volvió de las tierras de Ceilán?
—Me entrevisté con el Califa de la urbe para contarle sobre mis viajes, y le entregué la mitad de los tesoros que me habían sido agasajados. De nuevo rico, volví a instalarme en una suntuosa mansión y a dedicarme con más ganas que jamás al comercio.
Simbad le pagó al carguero sus habituadas monedas de oro y le afirmó que le aguardaba al siguiente día.
CONTINUARÁ