Articulo de Cuentos Largos Infantiles sobre Recordando el día de la madre
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Un domingo de mañana a la hora del desayuno, entre todos servíamos la mesa con nuestro Padre. Muy sonriente como siempre y en toda circunstancia, aprovechando que nuestra Madre todavía proseguía en la cocina, en una actitud muy cómplice, a fin de que no lo oyese ni por casualidad, nos afirmó en voz baja: Ya se aproxima el día de las Madres , debemos hacer algo especial. Para nosotros, todos y cada uno de los días eran felices y singulares, de ahí que susurrábamos qué podíamos hacer. Ese domingo había de ser único, imborrable, el mejor. De eso nos encargaríamos todos pues adorábamos a nuestra Madre. Había un detalle que no podía pasar por alto. A mi Madre le encantaba que todo lo hagamos con amor y si habían regalos deberíamos hacerlo mismos, como todo cuanto hacía por nosotros. Cuando lavaba, lo hacía cantando y si cocinaba era para sus príncipes como afirmaba.
Si nos enfermábamos era la mejor enfermera del planeta, se ocupaba de atenuar nuestro dolor todavía ya antes de darnos las medicinas. Su ternura y alegría parecía ser todo cuanto precisábamos para sentir alivio. Ella era muy singular, era puro amor afirmaba nuestro Padre, quien repetía siempre: No sé que haría sin ella. Era la persona pero esencial de nuestra vida. Se aproximaba el día tan ansiado y alistábamos tarjetas y ornamentos hechos con nuestras manos. Nuestra Madre amaba eso más que cualquier otra cosa material. Ella prefería nuestros regalos, mal hechos y también imperfectos, arrugados mas los preservaba como la joya más valiosa. Nos agradaba verla tan contenta. Cuando sean Madres me entenderán le afirmaba a mis hermanas.
Cuando llegó el enorme día mi Padre, le cantó una ranchera a mi Madre de esas que le cantaba al oído cuando se enamoraron, mis hermanos tocaban la trompeta y la guitarra, los más pequeños aplaudíamos al ver a nuestros Progenitores cantando y bailando. Entonces, mis hermanos mayores servían los platos preferidos de la reina de nuestras vidas. ¡Éramos tan felices!. Hacíamos lo mejor que podíamos por nuestra Madre día tras día, muy siendo conscientes de que absolutamente nadie es eterno en esta vida. Pasaron los años y debimos enseñarle a nuestros hijos que la abuela era un ser singular.
Ella decía: Mis hijos no tienen por qué razón gastar dinero para hacerme regalos. Si me darán algo, si lo hacen con sus manos, para mí es mejor. Ahora no vamos solos a festejar el día de nuestra reina, ahora vamos con sus nietos a festejar al camposanto y proseguimos con nuestra tradición, de hacerlo todo con nuestras manos, aprendimos a hacer las flores de papel que tanto le agradaban y escribimos al lado una tarjeta que dice: Felicidades en tu día Rosita, a fin de que donde esté, desde el cielo las vea pues se la damos con mucho amor.