Ana y Dana

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Dana y Ana, viajaban alegremente en el autobus a la vera de su abuela y de sus progenitores, había bastantes personas y no tenían donde sentarse. Como todo pequeño, las pequeñas se acomodaron, una en las faldas de la abuela y la otra frente a ellas en una esquina. Dana charlaba a voces con sus progenitores quienes le prestaban mucha atención, prodigándole de mimos y caricias. Ana observaba todo muy sosegada sin moverse ni decir palabra alguna. Era obvio que el carácter de cada una de las pequeñas era muy diferente al de la otra, mas asimismo era diferente la actitud de los progenitores cara cada una de sus hijas.
A lo largo del viaje, la abuela cansadísima por el peso de la pequeña deseó levantarse para dejar a la pequeña permitida sentada y quedar ella de pie, mas Ana al ver eso le afirmó a su abuelita: Mamá (de este modo le llamaba afectuosamente), siéntate donde estoy por el hecho de que me canse de estar sentada. Anita prefirió quedarse de pie con tal de ver cómoda a su abuela mientras que Dana proseguía jugando sin percatarse de nada. Llegando a la casa, el padre de las pequeñas muy caviloso se aproximó a ellas tras la cena y con voz suave les dijo: Esta noche estuve meditando que debemos corregir ciertas actitudes nuestras, afirmó el padre frotándose la barbilla frente al sorprendo del resto miembros de familia, quienes no tenían idea de lo que iba a decirles. En un tono más alto prosiguió diciéndoles:

De ahora en adelante practicaremos mejores modales y la consideración unos con otros en especial con los mayores. Al unísono deseo felicitar a Anita por el hecho de que en un noble ademán de cortesía ella se levantó de su asiento a fin de que su abuela estuviese cómoda, lo que ha de ser bajo cualquier circunstancia. En algún instante de nuestras vidas todos vamos a llegar a ser adultos mayores como la abuela y nos agradaría que nos cedan el asiento y que nos traten bien, ¿que les semeja?, preguntó a todos. Nos semeja realmente bien papá, afirmaron al tiempo las pequeñas. Los hábitos y las buenas costumbres comienzan por casa y con el ejemplo. Progenitores recordemos toda vez que instruir bien a un pequeño, va a ser formar el hombre y la mujer del mañana.