Articulo de Cuentos Infantiles con Moraleja sobre La gallinita Tuqui
Saber mas sobre La gallinita Tuqui
Érase una vez una gallinita llamada Tuqui que vivía en una pequeña aldea llamada Bienvenidos en la que había pasado los mejores instantes de su vida. Los habitantes del sitio siempre y en todo momento habían estado contentísimos con la tarea que hasta el instante había desempeñado Tuqui, que con su buen humor repartía día tras día los huevos que misma había puesto.
Un buen día Tuqui salió como cada mañana a repartir sus huevos, esta vez le tocaban al Señor Rodríguez que cada quincena recogía los huevos que Tuqui buenamente había puesto para él.
Tuquí se despidió alegre y se paró a meditar que el Señor Rodríguez siempre y en todo momento la saludaba de igual modo, y que quizá sus huevos podían valer para asimismo proveer al pueblo de ricos dulces y pasteles que misma podría realizar. Pensó asimismo que si lograba que alguno de sus amigos cooperasen con ciertos ingredientes podrían vender dulces y pasteles a todos y cada uno de los visitantes que estuviesen de pasada por Bienvenidos y de esta forma lograr ganancias para proveer a todos de ricos pasteles, aparte de sus conocidos huevos de oro.
Comenzó a pasear para ir en pos de su amiga la gallina Florentina, con quien creyó que podría realizar esta labor, mas se halló con una Florentina ocupada que caso omiso le puso cuando le contó la excelente idea que se le había ocurrido. Asimismo visitó a Gumer, con el que había compartido muy frecuentemente las zanahorias que tanto agradaban al pequeño conejo, mas este tampoco estaba por la tarea de echarle una mano.
Tuqui prosiguió preguntando a sus amigos si deseaban cooperar con ella, mas por una o bien otra cuestión ninguno de ellos se hallaba libre para asistir a Tuqui, quien siempre y en todo momento había estado preparada para asistir a cualquiera de los habitantes de Bienvenidos. Al llegar a casa creyó que quizá no había sido tan buena su idea y que lo mejor era continuar como hasta el momento repartiendo solamente sus huevos.
Esa noche Tuqui se fue a dormir triste por no poder hacer algo más por los habitantes del pequeño pueblo. Soñó que sola hacía pasteles día y noche hasta quedarse sin fuerzas. Llevaba pasteles a todos y cada uno de los habitantes de Bienvenidos incluyendo a sus amigos y cuando no pudo más de tanto trabajo despertó. Podía rememorar lo que había soñado y las caras felices de todos mientras que saboreaban sus ricos pasteles. Sin titubear ni un segundo se puso un mantel y empezó con la dura labor de realizar pasteles. No le importaba solamente que hacer felices a todo el mundo con las que tantos instantes había compartido a lo largo de su vida en la aldea. De pronto escuchó la puerta sonar y cuál fue su sorpresa cuando abrió.
Pequeños un amigo es como el árbol que ofrece espléndido su fruto sin solicitar nada a cambio.