Hay mejores cosas que los dulces

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Cada tarde, don Juan como todos y cada uno de los días llegaba apurado a su casa para poder ver a su pequeña. Dámaris tenía cinco años y era la hija única y la princesa de papá . Dámaris estaba habituada a percibir un regalo todos y cada uno de los días . Al escuchar cerrarse la puerta por las tardes, lo dejaba todo y corría a los brazos de su padre. Mas un día el papá apurado como siempre y en todo momento olvidó en su oficina un muy, muy rico chocolate que había prometido llevarle a Dámaris. Era el preferido de la pequeña y solo se adquiría en un sitio singular. Cuando llegó a casa, las manos del papá estaban vacías. Solo llegaba con un enorme abrazo y muchos, mas muchos besos, lo que a la pequeña no le hizo gracia y no le dio el beso y el abrazo habituado a su papá . La mamá , que observaba todo desde la cocina, se preocupó al ver la escena y creyó que era preciso charlar tras el almuerzo con su hija. Cuando la pequeña estuvo más sosegada la mamá se aproximó a la biblioteca donde la pequeña leía sus cuentos preferidos y con voz suave le dijo: “Dámaris, tu papá está realmente triste. Comprendo que te hayas habituado a percibir regalos todos y cada uno de los días, mas lo más esencial no es que tengas algo material como regalo. Lo mejor de todo es el amor que tu papá siente por ti.
Creo que debes aproximarte y charlar con él”. La pequeña se percató de que su mamá tenía mucha razón. El papá trabajaba mucho y cansadísimo se quedó dormido. La pequeña aprovechó para acercarse despacio. Iba con su muñeco preferido y una hoja de papel algo arrugado y con muchos dibujos. De repente don Juan despertó y al ver a su princesa tan cerca de él, sonrió y la abrazó. Dámaris, se colgó del cuello de su padre y le dijo: “Papito, perdóname por haberte despertado y por actuar como lo hice. Tú siempre y en todo momento eres bueno conmigo y ahora te voy a dar un regalo . Te traje mi oso y una carta. El padre al filo de las lágrimas, sujetó el oso y leyó el papel que decía: “Papito querido, no tengo dinero, mas el día de hoy deseo obsequiarte lo mejor que tengo y entregarte mi corazón. Te amo papi “. El papá apretó a su pequeña, y la abrazó realmente fuerte. Jamás más le importó a Dámaris si su papá le obsequiaba algo o bien no. Era muy feliz a sabiendas de que contaba con un padre tan bueno y cariñoso.