La señorita Betty

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La señorita Betty

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En un sitio llamado Alejandría vivían seiscientos personas, las que vivían en la pobreza…
Un día un pequeño del sitio dijo: Nunca voy a poder estudiar, no tengo valor ninguno… y empezó a llorar…
En Alejandría no habían escuelas, ni lapiceros, ni gomas, ni nada soñado para poder iniciarse en el estudio y poder ayudas a sus familias a fin de que se sintieran orgullosos de ellos, además de esto de este modo aportarían dinero a sus casas.
Era un sueño que veía que jamás alcanzarían…
Mas un día llegó una señora “La señorita Betty” hizo opinar a todos y cada uno de los pequeños de Alejandría que debían quererse mucho y valorarse por encima de todas y cada una las cosas.

Los llevó a un sitio donde había muchos árboles y les afirmó, ven esas frutas de colores refulgentes en la cima de los árboles…
Todos asintieron con la cabeza…
Puesto que todos esos frutos, medraron y fueron adquiriendo ese color, esa textura y ese aroma que desprende…
Mas mirad acá a mi lado…
Todos y cada uno de los pequeños viraron la cabeza y miraron al suelo…
¿Veis todas y cada una esas frutas en el suelo?
Los pequeños afirmaron, si, ya no son iguales a las otras.
La señorita Betty preguntó, ¿Como os agrada más?
Los pequeños respondieron: Las del árbol.
Puesto que os explicaré una cosa, cuando están en el árbol las frutas no están maduras, están verdes, lo que implica que son ácidas y su gusto no es tan dulce como os gustaría…
¿Ven estas del suelo?
Los pequeños volvieron a asentir con la cabeza..
Estas frutas son maduras, blanditas y dulces, muy dulces..
Es precisamente por esto que he llegado, solo deseaba contaros que si bien no estudiéis, ni vayáis a la escuela, ni tengáis material escolar no implica para nada que el valor que tenéis sea por una escuela o bien por cosas materiales, sino más bien pues vuestro interior es de un valor inestimable y como esas frutas del suelo, asimismo madurareis y os haréis ricos en conocimiento.
De este modo todos y cada uno de los pequeños de Alejandría se valoraron con lo que iban aprendiendo día tras día de la vida y tenían presente que el valor de cualquier conocimiento únicamente radica dentro de nosotros mismos.