El castor y el águila

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El castor y el águila

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Toto era un castor buenísimo , le encantaba mordisquear leños toda vez que podía y caminar por el campo, tenía muchos amigos y el pueblo entero le adoraba. Acostumbraba a estar siempre y en toda circunstancia rodeado de otros animales con los que se pasaba horas y horas jugando, siempre que no tuviera que trabajar. En el momento de trabajar Toto iba siempre y en toda circunstancia en las afueras del pueblo, al lado de un profundo lago en el que siempre y en toda circunstancia iba a tomar y jugar con el agua; debía separarse tanto por el hecho de que en esa zona estaba la mejor madera con la que podía trabajar.
Una mañana mientras que recogía los leños que terminaba de talar, una fuerte ventisca le arrastró hasta el borde del río, y si bien el trataba de resistirse con sus fuerzas, por último lo tiró al río. Si bien Toto era buenísimo en su trabajo, apenas sabía nadar y con la fuerza del viento era realmente difícil sostenerse a flote. Mas de pronto un águila que paseaba por ahí aprovechando la corriente, vio a Toto a puntito de ahogarse y decidió hacer algo para asistirle . Como Franco, que de esta forma se llamaba el águila, tenía mucha fuerza, arrancó una rama de un árbol y se la lanzó al castor a fin de que pudiera sostenerse y no hundirse.

Con ayuda de la rama Toto logró salir de aquel río sano y salvo; mas solamente levantar la vista se percató de que un cazador apuntaba ya con el arma hacia Franco. Al verlo, Toto comenzó a hacer burbujas en el lago que estaba muy cerca del cazador. Las burbujas distrajeron al cazador y después el castor salió y fue corriendo con sus fuerzas para morderle el talón. Debido al susto el cazador no apuntó adecuadamente y el águila se salvó. Los dos pudieron regresar a sus casas con sus familias y fueron amiguísimos desde lo que ocurrió ese día.