El cuervo que quiso ser cisne

Articulo de Fábulas de Esopo sobre El cuervo que quiso ser cisne

El cuervo que quiso ser cisne

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Hubo una vez un cuervo que, descontento como estaba consigo, se pasaba todos y cada uno de los días mirando con deseo y envidia cara un bello estanque donde acostumbraba a nadar un cisne. Esta espléndida ave tenía un plumaje blanco como la nieve y tan suave y esponjado, que no importaba cuanto se sumergiera en el agua, siempre y en toda circunstancia continuaba seco y también impecable.
—¡Qué injusto es que un animal como ese tenga plumas tan bellas! —graznaba el cuervo para sí mismo— Yo lo merezco más que , puesto que soy más taimado, más distinguido. Puedo volar de un lado a otro. En cambio ese, lo único que hace es pasarse el tiempo ahí nadando, como un presumido. ¡Cuanto quisiese sus plumas!
Y de esta manera, el cuervo solo se obsesionaba con tener un plumaje tan blanco, tan perfecto como el del cisne, que ni tan siquiera se percataba de su presencia. Padecía pensando como habría hecho él para que sus plumas fuesen tan inmaculadas, tan suaves y perfectas. Hasta el momento en que un buen día, una idea desatinada se abrió paso en su cabeza.
—¡Mas claro! —se afirmó a sí mismo— ¡Debe ser el agua del estanque! De ahí que jamás sale de allá. Seguro que si se le ocurriese hacerlo, sus plumas se volverían tan negras como las mías.
Y feliz por este supuesto descubrimiento, el cuervo se lanzó al estanque y se dio un largo baño, mas sus plumas prosiguieron siendo del color del ébano y lo que era peor, estaba todo empapado y tremía de frío. En contraste al cisne, su plumaje no era suficientemente grueso para dejarle subsistir en un entorno acuático.
Mas , en su necedad de volverse precioso, pensó que precisaba más tiempo y decidió que continuaría ahí hasta convertirse.
Todos y cada uno de los animales que vivían alrededor lo miraban con extrañeza. Las ranitas que saltaban entre los nenúfares, los peces que nadaban en las profundidades del lago y los mamíferos que esporádicamente, se aproximaban para tomar un tanto de agua.
—¿No tienes frío? —le preguntaban— Sal de ahí, te marchas a enfermar.
Mas el cuervo les contestaba de muy mala forma.
—¡Déjenme en paz! No necesito la ayuda de absolutamente nadie y no saldré de acá, hasta el momento en que me transforme en un cisne.
—¡Eso jamás pasará! —exclamaban los animales y ahora se iban riendo, sintiendo lástima de la ignorancia y la poca estima que se tenía ese cuervo antojadizo.
Y de este modo fue pasando el tiempo y las plumas del cuervo jamás cambiaron, mas sí lo hizo . Se transformó en un ave enferma y obsesiva, que por pasarse los días en el estanque se olvidó de alimentarse y por último murió, con exactamente el mismo plumaje con el que había llegado al planeta.
Moraleja: Jamás te equipares con absolutamente nadie más por que eres único, y solo vas a poder hacer que el resto se den cuenta amándote y admitiéndote tal como eres. Todos tenemos defectos mas asimismo cosas buenas, en lugar de fijarte en los primeros, quiérete por tus peculiaridades positivas.