El león, el asno y el gallo

Articulo de Fábulas de Esopo sobre El león, el asno y el gallo

El león, el asno y el gallo

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Erara una vez un asno que gozaba de caminar distraídamente entre los pastizales. Frecuentemente acostumbraba a escaparse ahí para retozar cuando el amo no le daba trabajo, puesto que vivía en una granja donde se le empleaba para tomar el arado o bien transportar al dueño. Como no eran demasiado exigentes con él, vivía sosegado y feliz, puesto que tenía un techo bajo el que dormir y comida todos y cada uno de los días.
Lo único que le recriminaban los otros animales, era el ser tan desentendido cuando se iba a pasear solo. Había predadores a las afueras y si se aproximaban demasiado, podrían hacerlo pedazos. Mas esto al asno no le importaba, en tanto que siempre y en toda circunstancia creía que estaban lejísimos.
—Si de veras hubiese predadores, hace mucho que estaría fallecido —comentaba perezosamente para sí mismo, mientras que proseguía gozando de las praderas que tanto le agradaban.
Estaba por revisar cuanto se confundía de la forma más amarga posible.
Aquel día, el asno se dirigió a su lugar preferido entre los pastizales. Estuvo ahí jugando un rato, hasta el momento en que de súbito se sintió observado. Al voltear prácticamente se lleva un susto. Había un enorme león a pocos metros de él y tenía una mirada hambrienta en sus ojos. Al comienzo, el asno se paralizó. Entonces, echó a correr lo más veloz que pudo, con la bestia pisándole los talones.
El asno chilló tan fuerte que, desde la granja, el gallo pudo escucharlo y entonces soltó un estridente cacareo. El sonido fue tan inopinado, que el león se detuvo a puntito de lograr al asno y entonces, pensando que los granjeros lo habían descubierto, emprendió la retirada.
Su presa se quedó tan atónita al ver aquello. ¿De qué forma era posible que un pequeño gallo pudiese ahuyentar de esa forma a un león. Sintió vergüenza, en tanto que , que era más grande, no había hecho otra cosa que echarse a correr. Y entonces, engallado por el sentimiento, volvió a correr detrás de él sin pensarlo un par de veces y le chilló con bravuconería.
—¡Eh, ! ¿Dónde vas? ¡Veremos si ahora puedes conmigo, león cobarde!
Y aquellas fueron las últimas palabras que el desdichado animal pudo soltar, puesto que en ese momento, el león se volvió hacia él y lo mató de 2 zarpazos. Entonces lo devoró con gusto y volvió a perderse entre la inmensidad del bosque.
Cuando el granjero halló los restos del asno, le dio sepultura y todos los otros animales se lamentaron resignados.
—Pobre amigo —dijo el gallo—, si solo no hubiese sido tan imbécil para correr tras aquel león. Hice lo que pude para asistirlo, mas por desgracia, no hay peor insensatez que la de un necio.
Desde ese momento, sus compañeros se anduvieron aún con más cuidado y sensatez en los aledaños.
Moraleja: En ocasiones admiramos a otros por sus cualidades, sin tomar en consideración que no necesariamente deben ser las nuestras. Jamás trates de ser como absolutamente nadie más, puesto que no hay mejor papel para representar en esta vida que el de ti.