El oso y los viajantes

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El oso y los viajantes

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Estos eran 2 buenos amigos que iban en compañía del otro a todas y cada una partes. Día a día se visitaban en sus casas y se llevaban tan bien, que lo compartían casi todo. Si alguna vez reñían, al cabo del rato volvían a contentarse, puesto que se conocían desde pequeños. No obstante, estaban por descubrir que la auténtica amistad solo se puede poner a prueba no en las situaciones felices, sino más bien en aquellas en las que todo semeja estar en contra nuestra.
Así, un buen día decidieron emprender un viaje juntos. Se prepararon poniendo comida en sus bolsos y todo lo preciso para la travesía que iban a hacer a pie. Cerraron realmente bien sus casas y tomaron juntos exactamente el mismo camino, hablando sobre las emociones que vivirían a lo largo de la travesía y lo bien que la pasarían.
Aquella prometía ser una experiencia llena de cosas buenas.
Mas no llevaban ni una hora de haber salido de sus hogares, cuando vieron acercarse en la distancia a un oso enorme que les puso los pelos de punta.
De manera rápida, uno de los amigos trepo hasta la copa de un árbol, pensando que ahí el animal no lo alcanzaría. El otro, sin poder subir y al ver que la bestia se aproximaba poco a poco más, optó por tumbarse en el suelo y hacerse el fallecido, en tanto que en alguna parte había escuchado que los osos no se aproximaban a los cadáveres.
Cuando el animal llegó por último al tramo del camino donde estaban, lo sintió pararse pesadamente a su lado.
El joven contuvo la respiración, rogando al cielo por el hecho de que el oso cayese en la treta. Este, como era natural, lo olfateaba con su nariz tal y como si quisiese asegurarse de que de verdad se encontraba sin vida. O bien por lo menos eso parecía desde la perspectiva del hombre en el árbol, quien dada su situación, podía querer como el predador olisqueaba absolutamente a su amigo y después se aproximaba a su oreja.
Pensó que lo iba a morder, mas realmente, el taimado animal le estaba susurrando algo a su víctima, quien sostuvo los ojos cerrados por temor.
Por último, el oso pareció fatigarse y se retiró con pasos lentos.
Aliviado, el sujeto que había escalado al árbol bajó con calma, en tanto su compañero se incorporaba del piso y se sacudía las ropas.
—Oye —le afirmó con curiosidad—, vi que el oso como que te decía algo, ¿qué era?
Su acompañante lo miró con seriedad y después se encogió de hombros.
—Me recomendó que me cuidara de las falsas personas que afirmaban ser mis amigos y a la primera ocasión, escapaban dejándome solo frente al riesgo.
Moraleja: Los auténticos amigos no lo abandonan a uno, ni en los peores inconvenientes ni en las situaciones de peligro. Alguien que de veras te aprecia, va a hacer todo cuanto esté en su mano para asistirte. Si tienes un supuesto amigo que te deja solo en las peores circunstancias, sepárate de él, puesto que quizás solo desee aprovecharse de ti.