El reloj encantado

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Adrián era un pequeño muy inquieto de ojos muy joviales. Una noche que no conseguía dormir, se detuvo a mirar de qué forma viraban las agujas del reloj. Velozmente se le ocurrió que podía jugar con ellas y se levantó de un solo salto cara el reloj. Comenzó a bostezar mas entonces abrió los ojos y prosiguió observándolo todo mientras que pensaba:
—¡Ah!, si pudiese detener el tiempo, o bien quizás recularlo podría ser realmente pequeño otra vez. O bien a lo mejor podría adelantarlo y ser más grande y hacer todo cuanto desee como mis hermanos mayores. Sí, ¡eso es! Adrián adelantó las agujas del reloj dando muchas vueltas hasta fatigarse y de los diez años que tenía se transformó en un joven de dieciocho años, muy apuesto y con chicas alrededor listos todos para ir a festejar un mega concierto.
Mas esa noche Adrián y sus amigos desearon manejar la motocicleta de un amigo. Adrián no tenía licencia y ninguna experiencia manejándola. Lo único que había hecho es ver a sus hermanos mayores de qué forma lo hacían. Y de esta forma se montó en la motocicleta y comenzó a manejarla. Mas olvidó que era fundamental llevar el casco puesto. Al voltear a alta velocidad una curva, Adrián prácticamente se sale de la pista mas para suerte de él chocó contra un montículo de arena así como su acompañante, una joven que salió sin permiso de casa.

Por fortuna salieron indemnes, mas cuando llevaban a Adrián al centro de salud para los chequeos respectivos cerrando los ojos deseaba con fuerza regresar a sus diez años y estar a la vera de su madre como anteriormente. Cuando despertó estaba en su cama, alrededor estaban sus progenitores mientras que su mamá le daba una exquisita sopa de pollo a fin de que se recupere. Desde ese momento jamás más deseó anticiparse a vivir experiencias que por su edad no le correspondían. Comprendió al fin que todo llega a su tiempo y debe aceptarse con enorme responsablidad.