La princesa y los sapos

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En un reino lejano una joven princesa llamada Priscila, inopinadamente quedó al cargo del palacio que regían sus progenitores. Los reyes , debían hacer un largo viaje por motivos de salud de uno de sus hijos, mas ya antes le afirmaron a su joven princesa que la responsabilidad sería muy grande y que debía tener mucho cuidado en todo. Priscila era una joven muy diciplinada y responsable desde pequeña. Se sentía segurísima de hacerlo todo bien y dijo: “Papá, mamá, no se preocupen todo va a estar bien, vayan sosegados, los sostendré informados”. La joven sin perder tiempo se despidió y comenzó su tarea. Al día después, muy temprano inspeccionaba todo en palacio y descubrió con sorpresa que en uno de los jardines había una cantidad enorme de sapos .
Salió corriendo y le solicitó al jardinero que los suprimiera a todos, mas hubo uno de manera especial que llamó su atención. Era más grande y no dejaba de mirarla fijamente. Sus ojos tenían un brillo singular y daba la sensación de que el sapo trataba de decirle algo con la mirada. Cuando llegó el jardinero para fumigar el jardín, Priscila lo detuvo y dijo: “¡Espera!, aún no lo hagas”. Se aproximó el sapo y le dijo: “Mi hermosa princesa, los sapos cuidamos el jardín y las flores. Si no fuese por nosotros no existirían las flores que tanto te complacen. Eludimos que los insectos las maltraten y se las coman, por favor no nos hagan daño ni a mí ni a mis hermanos.
Quizá somos feos, mas no somos malos”. Priscila muy conmovida se dio cuenta del grave fallo que involuntariamente estuvo a puntito de cometer, no le quedó pero antídoto y dejó libres a todos y cada uno de los sapos del jardín a fin de que vivan allá al lado de los grillos y ciertos caracoles. Desde ese día, cada mañana la princesa se aproximaba al jardín a ver sus flores preferidas y a saludar a sus amigos los sapos.