Los zapatos de oro

Articulo de Cuentos Clásicos para Niños sobre Los zapatos de oro

Los zapatos de oro

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Kate era una pequeña que vivía sola con su padre, en una casa muy modesta. No tenían mucho mas eran felices, por qué razón le había enseñado que lo más esencial no eran las riquezas o bien los títulos que pudiese tener una persona, sino más bien lo que se guardaba en el corazón. De forma que, si bien en ocasiones tuviesen inconvenientes para comer o bien en el invierno pasasen más frío que otras familias, eran muy felices, puesto que se tenían el uno al otro.
Un día, el padre de Kate se despidió como es costumbre para salir a trabajar en la mina próxima. Le advirtió que tuviese cuidado al charlar con ignotos y que no se alejara mucho de la casa. Dicho esto, lo vio partir y se dispuso a adecentar su pequeña residencia.
Al concluir, salió a sentarse sobre el umbral de la puerta para comer su parco almuerzo. Era solo un mendrugo de pan medio rancio, lo único que quedaba en la despensa.
Con un tanto de suerte, su padre volvería ese día con alguna moneda de oro para adquirir más comida en el mercado. En eso pensaba Kate, cuando vio acercarse por la calle a un viejecito que paseaba torpemente. El anciano solicitaba a quienes se apiadasen de él puesto que tenía mucha apetito, mas todas y cada una le cerraban la puerta en la cara.
Por último llegó a la casa de la niña:
—¿Tú no vas a tener nada que puedas agasajarme para comer? Hace unos días que no pruebo mordisco —le afirmó , de manera lastimera.
Kate miró fijamente el pan entre sus manos y si bien asimismo estaba hambrienta, decidió dárselo al viejo.
—Tome, esto es lo único que tengo.
—Eres una chavala generosísima —le afirmó él—. Yo no tengo nada que darte a cambio más que esto —sacó de su raído bolso un par de zapatos dorados que centellearon frente al sol, cegando durante un momento a la niña—, he estado buscando a un ánima buena que pudiese percibir este obsequio. Tómalos , puesto que tu corazón es desprendido. En el momento en que te los pongas, puedes querer cuanto quieras.
El anciano sonrió y desapareció. Kate se quedó mirando sorprendida aquellos frágiles zapatos de oro y entró en su casa para probárselos. Le quedaban a la perfección. Entonces pensó en las palabras del viejo y charló en voz alta:
—¡Tengo tanta apetito! Quisiese tener un banquete completo para mí sola.
Apenas hubo terminado de charlar, la mesa se llenó con todo género de manjares y dulces, que comió con gran hambre.
Cuando su padre volvió del trabajo se puso contentísimo al ver tanta comida. Comieron hasta quedarse satisfechos. Entonces, Kate volvió a utilizar los zapatos mágicos para ampliar su casa, llenarla de riquezas y mudar sus camas duras por suaves jergones de plumas de ganso.
Desde entonces, los 2 se transformaron en personas ricas y se dedicaron a asistir a los que menos tenían.
Puesto que tal y como había aprendido, las riquezas no son más valiosas que la nobleza de corazón y había sido el suyo el que se había ganado una enorme recompensa.