El ropavejero

Articulo de Cuentos de Terror para Niños sobre El ropavejero

El ropavejero

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Toda vez que Juanito se portaba mal, su madre le hacía aquella horrible amenaza, que con solo ser llevada por el viento hacía tremer a todos y cada uno de los pequeños del pueblo:
—Si no me haces caso, vendrá por ti el ropavejero y te llevará —le afirmaba muy enojada, puesto que Juanito era un pequeño muy inquieto al que le encantaba hacer travesuras y jamás la tomaba de verdad.
Y a todo esto, ¿quién era el ropavejero?
El ropavejero, conforme contaban los mayores, era un hombre grande y viejísimo, vestido con ropas estrambóticas y que siempre y en toda circunstancia llevaba un enorme saco al hombro. Absolutamente nadie sabía lo que había en ese saco. Él aseguraba que se trataba solo chismes para vender, mas en el pueblo afirmaban otra cosa. Afirmaban que era allá donde metía a los pequeños que se portaban mal, primero la piel, entonces loe huesos de uno en uno.
Y en el momento en que los tenía bien asegurados en el morral, se iba para no regresar en un buen tiempo, mas nunca retornaban.
A Juanito todo eso le parecían chismes de viejas.
—Si viene el ropavejero, ¡puesto que que me lleve! —decía imprudentemente al jugar en las calles— No le tengo temor. ¡Le daré una buena paliza a fin de que no se meta conmigo!
Los otros pequeños lo admiraban por su osadía, mas sería cuestión de tiempo a fin de que Juanito aprendiese una esencial lección. Un día caluroso de verano, el sonido de una campana despertó a los habitantes que dormían en sus casas, seguido de una estridente voz:
—¡Adquiero, vendo, cambio chismes! —exclamaba el recién llegado— ¡Adquiero, vendo, cambio útiles que tenga o bien desee tener!
Cuando Juanito se asomó por la ventana y lo vio, sus ojos se abrieron de la impresión y de súbito se puso pálido. Aquel hombre que chillaba a los 4 vientos era el ropavejero. Sintió la mirada del pequeño sobre él y volteó a su ventana, esbozando una sonrisa maliciosa.
—Compro, vendo, cambio chismes —murmuró, de tal modo que el viento le pudo llevar sus palabras únicamente a Juanito, quien sintió un escalofrío correr por su espalda—, mas asimismo me quedo con los pequeños traviesos que no escuchan a sus madres.
Lleno de temor, Juanito fue a ocultarse bajo las faldas de su madre y lloró.
—¡No permitas que me lleve, mamá! ¡No permitas que el ropavejero me lleve!
—¿De qué hablas, hijito? ¿Quién te llevará? —preguntó ella— En ocasiones tienes una imaginación demasiado activa.
El ropavejero se distanció dando campanadas y chillando. Juanito no se despegó en todo el día de su madre hasta el momento en que aquel siniestro hombre se fue tan veloz como había llegado. Desde aquel día, el pequeño obedeció a su mamá en todo. Ya no hacía travesuras y siempre y en todo momento se iba a dormir temprano.
Y lo que hemos aprendido de este cuento infantil corto , es que debemos siempre y en toda circunstancia percibir y obedecer a nuestros mayores, puesto que desean nuestro bien y saben lo que es mejor para nosotros.