La princesa que fue llevada por el viento

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La princesa que fue llevada por el viento

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Cuentan que hace bastante tiempo, el viento se enamoró de una preciosa princesa que era hija del poderoso cacique de una tribu, que vivía en lo más profundo del bosque. La chica era tan bella que tenía pretendientes por decenas, a los que deslumbraba con su semblante suave y sus ojos como estrellas. No obstante no hacía caso a ninguno. Y tampoco al viento.
Enojado, este empezó a soplar de una forma horrible, de tal modo que formó un fuerte tornado que levantó a la joven por los aires, hasta ponerla en la parte más oculta del bosque, donde absolutamente nadie podría hallarla. Y toda vez que la princesa procuraba escapar, el viento volvía a soplar a fin de que no lo abandonase.
Un buen día, la chavala logró engañarlo para retornar a su tribu, donde su padre la recibió con gran aflicción.
—No debes contarle a absolutamente nadie lo que has sufrido —le advirtió él—, guarda silencio y las cosas serán de nuevo como anteriormente.
Mas vivía con tanto temor y tristeza por los recuerdos de su atrapa, que la pena la consumió hasta apagar la frescura de su piel y opacar el brillo en sus ojos. Se volvió puesto que, melancólica y fea, y ningún hombre deseó regresar a seducirla ni a tomarla por esposa.
Un buen día, llegó el cacique de un pueblo vecino así como su hijo, un apuesto y galante príncipe.
El joven al ver a la princesa, se enamoró sin precisar cruzar una palabra, pese a la fealdad que la tristeza había impuesto en ella. En poquitos días se arregló una boda para los dos, si bien muchos trataban de hacer que el chico entrase en razón, diciéndole que era demasiado fea para alguien tan cautivador como .
Mas hizo oídos suecos a estos comentarios, puesto que era capaz de ver la belleza del ánima de su prometida y la profunda pena que la embargaba lo conmovió.
De esta manera, llegó el día de la liturgia y el viento receloso deseó soplar realmente fuerte para impedir la unión. Sin embargo, una vieja hechicera del bosque apareció en la mitad de la boda para decirle a la princesa que sería su madrina. Y frente a un movimiento de su encalla, el viento dejó de soplar.
Tan pronto como esto ocurrió, la maldición que pesaba sobre la chica se acabó y esta recobró la brillante belleza que había poseído ya antes, frente a los ojos descreídos de los convidados.
Dichosa, la princesa abrazó a su madrina y se casó con el príncipe. Y juntos vivieron con gran dicha a lo largo de muchos años, rigiendo una pequeña aldea entre las montañas y criando muchos hijos. Y nunca volvieron a tener ningún desazón por la parte del viento.
No obstante, este jamás olvidó el menosprecio de la joven y el día de hoy diríase que los huracanes, los vendavales y demás, son otro arranque de este fenómeno antojadizo de la naturaleza, al rememorar a la hermosa hija del cacique que lo desdeñó y logró escapar de su guarida en el bosque.