Las lágrimas del dragón

Articulo de Cuentos de Aventura para Niños sobre Las lágrimas del dragón

Las lágrimas del dragón

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Hubo una vez en una esquina remotísimo de China, un viejo dragón que tenía el cuerpo cubierto con escamas verdes y 2 ojos que destellaban como brasas candentes. Sus largos bigotes y garras le proporcionaban un aspecto muy feroz y era de ahí que, que absolutamente nadie en los aledaños se atrevía a acercarse a él. Todos le tenían mucho temor, puesto que creían que devoraría a sus hijos y destrozaría sus casas.
Conque mientras que vivía en una gruta de la montaña, solo, los humanos tenían una bella aldea en el val, donde se creían a salvo de su maligna repercusión.
Desde pequeños, a todos y cada uno de los pequeños les enseñaban que no debían acercarse al dragón ni hacerlo enfurecer, puesto que podrían fallecer en sus manos. De ahí que todos y cada uno de los infantes asimismo le temían mucho. Todos menos uno, quien siempre y en todo momento se había preguntado como sabían que el dragón era tan malo, si nunca absolutamente nadie se había acercado a él.
Con lo que cuando se aniversario llegó y su madre le preparó una enorme celebración, decidió invitarlo en persona.
Escaló con sus pequeñas manos y pies hasta la cueva de la montaña en la que vivía la criatura, y se adentró en una caverna muy profunda. 2 orbes refulgentes se encendieron en la obscuridad. El dragón lo miraba.
—¡Señor dragón! —lo llamó el pequeño sonriente.
—¿Quién me llama? —preguntó la bestia.
—¡Soy ! El día de hoy es mi aniversario y mi mamá me ha preparado una celebración, va a haber pastel y juegos —dijo el niño—, he venido para invitarte.
El dragón, muy sorprendido, pensó que aquello se trataba de una gracieta. Conque emitió un gruñido para separar al pequeño mas no se amedrentó.
—¿Qué ocurre, señor dragón? ¿No quiere venir a mi celebración?
Al ver que el pequeño hablaba de verdad, el animal sintió mucha tristeza y inclinó la mirada.
—Nadie jamás me ha convidado a una celebración de aniversario, todos me detestan y me tienen temor pues consideran que soy malo. Mas jamás se han molestado en conocerme.
—Yo sí deseo conocerte —dijo el pequeño.
Al ver la bondad que había en él, el dragón comenzó a plañir y sus grandes lágrimas se vertieron por la entrada de la gruta, formando un río que recorrió la montaña y después descendió en forma de riachuelos por el val.
—Ven, súbete en mi espinazo —le afirmó el dragón al infante, sollozando—, te voy a llevar a tu casa.
El pequeño se montó en la grupa del dragón y juntos sobrevolaron el cielo, sumergiéndose en el nuevo río creado por sus lágrimas. Allá, el dragón se transformó en un precioso navío con su forma animal, cargado de regalos para el pequeño. De esta manera fue como llegó sano y salvo hasta su hogar, donde preservó aquella barcaza y la cuidó con amor.
Cuando le contó a la gente del pueblo lo que había sucedido, tomaron por costumbre hacer un festival por año para darle las gracias al buen dragón por su afabilidad y por el agua que les había hecho llegar.
Y vivieron en armonía muchos años.