Nieve Blanca y Rosa Roja

Articulo de Cuentos de Aventura para Niños sobre Nieve Blanca y Rosa Roja

Nieve Blanca y Rosa Roja

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Había una vez una mujer que vivía en lo más profundo del bosque, en una cabaña bajo cuya ventana florecían 2 rosales, uno blanco como la nieve y uno colorado como la sangre. Al poco tiempo, le nacieron 2 pequeñas tan hermosas que decidió nombrarlas como sus queridas flores: Nieve Blanca y Rosa Roja.
Las dos medraron hasta transformarse en muchachas con una enorme belleza y corazón. Toda vez que salían para recoger bayas o bien leña, los animales se les aproximaban dócilmente. Nieve Blanca era la más apacible de las 2 y amaba hilar con su madre por las tardes, al tiempo que Rosa Roja, siendo la más intranquiliza, agradaba de retozar noche y día.
Siempre y en todo momento iban juntas a todas y cada una partes.
Una noche, un enorme oso tocó a la puerta de su cabaña.
—Por favor pequeñas, déjenme entrar, no les voy a hacer daño —prometió—, solo deseo pasar la noche en un sitio caluroso. Afuera la nieve no deja de caer.
Conmovidas, las hermanas le dejaron pasar a fin de que se echase al lado del fuego y sacudieron la nieve de su pelaje. Desde esa noche, los 3 se volvieron grandes amigos y el oso continuó con ellas el resto del invierno, hasta el momento en que debió partir al llegar la primavera.
Tiempo después, Rosa Roja y Nieve Blanca paseaban como siempre por el bosque, cuando se encontraron con un ridículo hombrecillo. La criatura procuraba sacar su enorme barba que se había quedado atrapada bajo un leño de árbol y al verlas, comenzó a decir todo género de groserías y juramentos.
—¡¿Qué hacen allá paradas mirando?! ¡Ayúdenme, estúpidas!
Pese a la mala actitud del enano, las hermanas asistieron a intentar desplazar el leño movidas por su buen corazón. Mas no lo consiguieron, de tal modo que Rosa Roja sacó unas tijeras para recortar su barba y liberarlo. Esto hizo entrar al hombrecillo en un acceso de furia, que provocó que del saco que llevaba en el hombro, cayesen cientos y cientos de gemas hermosas.
Las jóvenes miraron sorprendidas aquel enorme tesoro.
—¡Chiquillas codiciosas! ¿Conque ahora desean hurtarme? ¡Ya van a ver! —justo cuando el enano iba a hacerles daño, un oso enorme apareció entre los matorrales y se lanzó contra él, tumbándolo en el suelo—. ¡No me mate, señor oso! ¡Piedad! —suplicó asustado— ¡Prometo devolverle las piedras que le birlé! No debe comerme, ¡devore a esas pequeñas! Son más sabrosas que yo…
El oso le profirió un zarpazo que lo dejó mudo por siempre. Entonces se dirigió a Rosa Roja y Nieve Blanca:
—No teman pequeñas, soy , su amigo —la piel del animal se cayó revelando a un apuesto príncipe—. Por años he continuado bajo el hechizo de ese desalmado enano, que me transformó en oso para hurtar mis tesoros. Ahora que ha muerto, la maldición se ha terminado.
El príncipe se casó con Nieve Blanca al tiempo que Rosa Roja se casó con su hermano, que le aguardaba en palacio. Allá, los 4 vivieron en enorme armonía y en el bosque, la madre de las chicas continuó llena de comodidades.