Una niña caprichosa

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Una niña caprichosa

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Teresa era una pequeña un tanto especial; le agradaba mucho el color rosa y sus muñecas, comer helado y adquirir pulseras. Cada mañana su madre le llevaba el desayuno a la cama con servilletas rosas y tazas con refulgentes. En su habitación tenía todo tipo de juguetes y peluches, si bien ya saben que lo que más le agradaba eran sus muñecas. Cada muñeca tenía su vestidito, si bien a Teresa le agradaba mucho cambiárselos.
Sus progenitores no tenían mucho dinero, mas todo el que tenían se lo daban a ella, comprándole regalos y juguetes nuevos. Un día unos ladrones entraron en la tienda de sus papás y les quitaron todo el dinero y cosas valiosas, hasta un reloj de Cuco realmente bonito que a Teresa le encantaba. Sus progenitores al quedarse sin dinero, debieron vender ciertas cosas, como las muñecas de Teresa, si bien eso a ella no le sentó nada bien. Al ver que cada vez tenía menos y menos juguetes, se enojó y comenzó a chillar a sus progenitores y a romper los platos que había en la mesa. Sus progenitores procuraron explicarle lo que había pasado, mas no deseó hacerles caso y prosiguió chillando por toda la casa, quejándose de que ya no tenía tantos juguetes ni muñecas.

Al día después, yendo en camino al instituto, se halló con un compañero de clase que jugaba con un palito del suelo, y le preguntó qué hacía con ese absurdo palo; el pequeño le respondió que no era un absurdo palo, que era su único juguete y que, verdaderamente era entretenido. Teresa al ver que había gente como su compañero que no tenía ni un juguete, se dio cuenta de lo mala pequeña que había sido con sus papás, que siempre y en todo momento le habían dado todo cuanto quería: ido a viajes, comido en los mejores restaurants, comprado mil juguetes, etcétera Sus papás la excusaron tras mucho suplicar, si bien le hicieron jurar que jamás más se comportara de esa manera.