El príncipe sapo

Articulo de Cuentos de Hadas sobre El príncipe sapo

El príncipe sapo

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Hubo una vez hace un buen tiempo, una bella princesa que era la hija única de un rey poderoso, por lo que estaba muy mimada y permitida. Su padre le dejaba darse todos y cada uno de los caprichos que se le antojaban y esto la había hecho transformarse en una joven muy superficial, que carecía de buenos sentimientos. Un buen día, el soberano le obsequio una pelota hecha de oro puro, con la que quedó maravillada.
Salió al jardín para jugar con ella, mas al botarla, esta cayó en un estanque próximo y se hundió. Agobiada, la princesa se dirigió a un sapo enorme y lleno de verrugas que estaba sentado en un nenúfar próximo.
—Sapito, ¿puedes ir por mi pelota? —le solicitó con voz dulce.
—Si voy por ella, ¿qué me darás a cambio? —preguntó él con su voz gruesa y cavernosa.
—¡Lo que desees! Te lo prometo —le aseguró efusivamente.
—Bien. Voy a traer tu pelota y a cambio, deberás llevare a vivir a palacio contigo. Me vas a dejar comer de tu plato, dormir en tu almohada y vas a jugar conmigo tal y como si fuésemos amigos.
—Sí, sí, cuanto quieras —accedió la princesa, sin meditar verdaderamente en cumplir lo acordado.
El sapo se sumergió en el agua y halló la pelota de oro, que relucía intensamente en el fondo. De forma rápida la cogió con la boca y volvió a la superficie para entregársela a la princesa, quien se la quitó al momento.
—¡No lo olvides! ¡Debes llevarme contigo! —le chilló al verla distanciarse.
Mas la joven fingió no escucharlo y retornó a palacio sola.
De noche, mientras que cenaba con su padre el rey, uno de los guardas reales les anunció que tenían una visita. Se trataba del sapo, quien había llegado por su cuenta hasta allá para delatar a la chiquilla con Su Majestad. Y el soberano, al enterarse de la carencia de palabra de su hija, se sintió enrojecer del enfurezco y la vergüenza.
—¡Ninguna hija mía prometerá cosas en balde! —dijo— Compartirás tu cena con este sapo y después lo vas a llevar a dormir en tu almohada. Y como me demandes, voy a quitarte esa pelota de oro así como todos tus vestidos.
Molesta, la princesa no tuvo más antídoto que cumplir con su trato. Corto parte de su comida en pequeños pedazos y comenzó a nutrir al animal, a pesar de la repugnancia que le inspiraba.
Después lo llevó en su habitación y el sapo durmió muy a gusto en su almohada, mientras que se satisfacía en hacerlo en un incómodo sillón. De esta forma pasaron la noche y al despertar, la chavala se quedó pasmada. Esa fea criatura del estanque se había transformado en un apuesto príncipe. El chico había sido encantado en su infancia por un mago envidioso; dormir en una cama real había sido suficiente para destruir el maleficio.
La princesa le solicitó perdón por su descortesía y prometió ser buena de ahí de ahora en adelante. Los dos se casaron y fueron muy felices.